La Cartagena que se nos fue… Dicen que no es bueno vivir en el pasado, que es mejor vivir en el presente. Estoy de acuerdo…pero solo a medias.
Cuando te pones a recordar que ese pasado, el de tu ciudad, el de Cartagena, que fue mucho más espléndido que este presente que ahora vivimos, creo que sí merece la pena recordarlo, o por lo menos no olvidarlo. Y nada tiene que ver la alta categoría turística que ahora gracias a los grandes descubrimientos arqueológicos tenemos en nuestra ciudad…una gran ciudad turística.
La que esto escribe no es que tenga ya una edad… digamos madurita, y que la nostalgia me invada, no. Es que se nota a la legua que la calidad, el buen vestir, el buen comer, las buenas tiendas y bares, ya no existen. ¿Y por qué? ¿Quién tiene la culpa?
Los años sesenta y setenta, los de mi tierna juventud, Cartagena rebosaba de locales comerciales de categoría, tanto de ropa confeccionada, zapatos, bolsos, etc. de alta calidad, como de estupendos bares, restaurantes, pastelerías, que hacían las delicias, no solo de nuestra franja de edad, sino de personas de cualquier edad que se permitieran un buen paseo viendo estupendos escaparates por todo el centro de la ciudad…y entonces el centro era el centro, no solo el eje viario hasta el puerto. Y me refiero a toda la zona noble que entonces comprendía calles como San Diego, El Lago, Duque, San Francisco, Cuatro Santos, Caridad, San Fernando, Aire, etc…Todas estas calles, junto con las del eje viario, como Carmen, Puertas de Murcia, Mayor, Honda, Cañón y otras aledañas , eran un bullir de gente comprando y paseando, ya fuera una rica bandejita de pasteles o tomarse unos ricos “periquitos “ en la Cabaña del Lago, o unas almejas al ajillo en el Bahía, en la calle Escorial. Las más jovencitas nos poníamos las botas con unos bollos con nata de La Valenciana en la Calle Mayor. Esos comercios y locales de ropa, boutiques, bares, restaurantes, casas de comidas, eran de muchos años, y de mucha solera. No como ahora que te pueden cerrar un local y abrirse otro en un pis pas.
Al evocar estos recuerdos, no tengo más remedio que acordarme de mi madre. Y digo esto porque a veces la mente, ante cosas que te ocurren, como el reciente fallecimiento de mi padre a sus 96 años, curiosamente me ha llevado a pensar en mi madre fallecida hace 12 años. Parece no tener sentido, pero ya digo, la mente es así.
Ahora es cuando más pienso en ella. Quizás el tener que desarmar “su casa”, la casa de los dos… la casa de todos, me ha dado que pensar en esos momentos felices que compartí con ella. Me he acordado de esa Cartagena de entonces cuando me iba con mi madre de compras, en el tiempo libre del colegio, y pasábamos por la Ilusión o Jovelca a comprarme unos vestidos, o por calzados Paris a comprarme unos zapatos…o a Balibrea para completar el atuendo con un precioso bolso de ante, ¡pero autentico! Claro, que yo ya era una “pollita” y mi madre siempre me llevó hecha una princesa, no solo a mí, también a mis hermanos menores. Yo, al ser la mayor, fui la primera en llevar zapatitos de tacón. De ella aprendí, que la buena presencia es importante, que llevar un buen peinado y unos buenos zapatos era fundamental. Y ella también lo hacía. Siempre iba impecable y con una buena pulsera puesta en su muñeca. Y no solo eso. Poner una buena mesa con vajilla, copas, un buen mantel bordado y un buen menú.
Además mi madre sabía de todo lo que las señoras de entonces sabían… de coser, de bordar… cuantos cuadros de petit point, ha bordado durante las tardes de invierno cuando ya era mayor. Por todo esto, hago referencia a esa Cartagena que disfruté de tiendas con ella.
Después ya de novios con el que ahora es mi marido…por muchos años.
Dios no me dio hijas, pero con mis dos queridos hijos siempre hice lo mismo que ella conmigo…llevarlos como dos príncipes. Pero el recuerdo de esa Cartagena que tanto paseé con mi madre, por sus tiendas y comercios, está tan presentes en mi memoria que una va unida a la otra, sin remedio.
Tengo tantas cosas que contar…
