jueves, 20 de mayo de 2021

EL CASTILLO (Siglo XIII Cartagena)

 

    
 


Las brumas de la noche, ascendían  lentamente hacia el castillo más alto de toda la ciudad. Sobre las oscuras aguas del puerto, se deslizaba esa espesa nube, trepando por la colina y ocultando a la vista, las altas torres. Cada vez, la neblina surgía más espesa, y poco a poco cubrió completamente la cima del monte de la Concepción, donde se encontraba la fortaleza y las construcciones aledañas del servicio del propio castillo. Cualquiera que observara esta visión, podría decir que aquello, era una señal fantasmagórica. Quizás, algún espíritu atormentado de entre esos muros, estuviera propiciando esa inexplicable y densa niebla. Eso  pensarían los habitantes de las pequeñas casuchas, que en la falda de la colina, poblaban la reducida urbe.

Entre esos míseros pobladores de la ladera norte del cerro, existía la creencia ancestral de que las noches en que se producía ese fenómeno de la espesa niebla, boria…, lo llamaban ellos, ocurrían cosas muy raras en el interior del castillo. Hablaban de sonidos  extraños, ruidos que venían de las mazmorras de la fortaleza. Teniendo en cuenta que aquel castillo había sido antes alcazaba de los moros, las gentes del pueblo, podían imaginar cualquier cosa sobrenatural. Esas noches de niebla, se habían escuchado gritos terroríficos, al menos eso contaban ellos, en alguna de las torres del castillo y que se podían escuchar en toda la villa.

 


Ese desagradable sonido, hacía presagiar algo nefasto. Siempre que esto ocurría, al día siguiente se daban cuenta de que había desaparecido algún joven de la villa.

Otras veces, aparecían los campos destrozados, o desaparecida parte de las provisiones de las reservas de la población. Esa noche no se había escuchado, pese a la densa niebla que ascendía por la ladera sur desde el mar, ningún grito, ni golpes entrecruzados de metales, así que los pobladores de ese barrio,  respiraban con cierta tranquilidad.


 Manuel, no obstante, se había preparado para cualquier percance que pudiera  ocurrir, y tenía a mano una vieja espada que había heredado de su padre. Dormía con un ojo abierto, pues era el único varón que vivía en esa casucha que se apoyaba sobre la muralla de la fortaleza, donde además residían su madre y su hermana. Su madre, había enviudado demasiado joven, recién nacida su hermana Lucinda, cuando él tenía 8 años. Ella se había encargado de mantenerlos y criarlos a los dos hasta que aquel niño, se hizo mayor y pudo comenzar a llevar alguna moneda a casa, merced a hacer pequeños trabajos a los vecinos, recados, ayudarles en cualquier trabajo manual y más por pena que por otra cosa, le daban una moneda de poco valor o un trozo de pan, que el chico devoraba con avidez pues en su hogar lo que más había era escasez, necesidad y penuria. 


En ese duermevela en el que se encontraba, entre el temor a lo inesperado y la confianza en que no sucediera nada, su pensamiento retrocedió a cuando vivía su padre, cuando cada día, la olla se llenaba con algunas legumbres u hortalizas y de vez en cuando un trozo de tocino e incluso alguna vez, de Pascuas a Ramos, un trozo de cordero, cuando llegaban los ganados de la Mesta (1) y los ganaderos mataban algún cordero en la zona comunal, de la que su padre era el representante del concejo, pero esos tiempos habían pasado y desde que murió su padre se había acrecentado el temor a estos fenómenos tan extraños.

 

El rey Alfonso,  por esos días, había decidido pasar  un tiempo en la ciudad y se alojaba en el mismo castillo reconstruido por él a partir de la base de la antigua alcazaba mora. Sus aposentos eran austeros, pero se sentía a gusto entre esos muros del último reducto conquistado a los musulmanes para Castilla por las tierras de levante y su mayor interés, era vigilar de cerca la construcción del nuevo Monasterio-Catedral de Santa María, y restituir su antiguo obispado. Poner en marcha la “Orden de La Estrella” para “Fechos allende mar”, era otro gran reto para el monarca. No podía evitar sentir una atracción especial por la urbe que en otros siglos había sido una de las más importantes en Hispania, para el Imperio Romano. Admiraba a esa ciudad que fue, y que ahora, reducido su tamaño, más bien se le podía llamar villa,  aunque siempre sería “la ciudad”.



Cargada de tanta historia, consideraba que era la inspiración perfecta para sus futuras intenciones políticas, y es que, el mismo Alfonso, al ser hijo de Beatriz de Suabia, (2) aspiraba con gran ilusión, a ser el emperador del Sacro Imperio Romano- Germánico, heredero de aquel otro gran Imperio Romano. 

 Aquellos proyectos del monarca, fueron una bendición para Manuel, que faltando manos en los trabajos de cantería en la villa, le habían llamado para trabajar en la construcción de la catedral y también, podría hacer algunos trabajos que restaban por terminar en el castillo, sobre todo en la reforma de las torres cristianas, más altas que las de la antigua alcazaba. Esto, supondría  un gran  alivio para las necesidades más perentorias de su casa y su familia.

Pero aquellas nieblas inesperadas, que vez en cuando invadían toda la población, aún le preocupaban, sobre todo desde la inexplicable desaparición de su mejor amigo, Ginés.

 

Continuara…

 

 

 

 

 

 (1) La Mesta. El Concejo de la Mesta, fue creado por Alfonso X el Sabio para los pastores y ganaderos, otorgándoles privilegios y derechos de paso. Fue uno de los gremios más importantes de Europa en la Edad Media.

 

(2) Beatriz de Suabia, casada con Fernando III el Santo, rey de Castilla y de León, madre de Alfonso X el Sabio, hermana de la emperatriz del Sacro Imperio Romano-Germánico y nieta de un emperador Bizantino del siglo XIII.

 

jueves, 13 de mayo de 2021

¿SOMOS FANTASMAS?

 


La noche caía ya sobre la plaza del Ayuntamiento. El Teatro Romano y su museo, acababan de cerrar sus puertas al público en general. Solo algunos guardias de seguridad, recorrían y vigilaban las salas del museo, y  de vez en cuando se asomaban al exterior desde donde se podían ver todas las gradas y el escenario del Teatro.

Después de la primera ronda, descansaban en las habitaciones destinadas para ellos, con cámaras de seguridad, y donde podían echar algún que otro sueñecillo, por turnos, mientras otros observaban las imágenes de esas cámaras.

 

Una puerta de uno de los ascensores, se abre… sola, no hay nadie en su interior. Las escaleras mecánicas están paradas y en el silencio de la noche se escucha perfectamente el ruido que hace la puerta del ascensor al deslizarse mientras se abre. Hay más ascensores, entre los tres pisos que son necesarios subir hasta llegar al pasillo que recorre todos los cimientos de la Catedral de Santa María, y que precisamente, une el museo con el teatro propiamente dicho. Esas ruinas de la catedral están justamente situadas sobre el antiguo yacimiento arqueológico.

Uno de los guardias se acerca a investigar como es que, se ha abierto sola la puerta del ascensor.

-Aquí no hay nadie, será un mal contacto eléctrico- comunica por su transmisor portátil a sus compañeros- De todas formas voy a mirar en el pasadizo de la Catedral.

 

Lo que ven sus ojos le deja paralizado… dos figuras, un hombre y una mujer, vestidos con ropajes romanos y cogidos de la mano, van andando en dirección a la zona del mosaico de la Catedral. No les ve las caras, pues le van dando la espalda,  como si él no estuviera.

Sale corriendo hasta donde están sus compañeros…

-¡Fantasmas! ¡Muchachos, tenemos fantasmas en el museo!

-¡Anda ya! Te lo estas inventando, y esas bromas no nos gustan a estas horas de la noche.

-¡Venir a verlo!, van cogidos de la mano, paseando como si tal cosa.

                         ............... ...........

 

-Genesius, ¿Como hemos llegado hasta aquí? ¿Acaso estamos muertos? 

-No Lucía, no estamos muertos, eso creen ellos, que sí están muertos, pero de miedo. Quiero que conozcas lo que yo conocí antes de volver a tu ciudad romana contigo. He descubierto la manera de poder viajar juntos en el tiempo y poder volver a nuestra casa.

- ¿Pero de verdad no somos fantasmas volviendo a nuestros antiguos dominios? Tengo miedo Genesius, ¡volvamos a casa!

 

-¿No quieres ver el mosaico de la estrella del triclinium de tu antigua domus? ¿O ver como está ahora el teatro?

-¿Y como vamos a volver?

- No te preocupes, en cuanto salgamos por uno de los aditus del teatro, cogidos de la mano, estaremos otra vez en nuestra ciudad.

-¿Estas seguro?

- Si, estoy segurísimo, ya lo he probado otras veces, sin decirte nada. Solo existe una condición indispensable… que esto ocurra durante la noche y el regreso antes del alba… y no somos fantasmas. Si nos pillara la luz del día fuera de nuestra ciudad, no podríamos regresar en muchísimo tiempo y vagaríamos de siglo en siglo, como a mi me pasó en el pasado. Solo de noche podemos hacer esto… ¡como los fantasmas!

 

Quiero que poco a poco vayas viendo a todas las personas que yo conocí y puedas contemplar  los lugares en los que ya estuve.

-Como quieras, pero por hoy regresemos a casa con nuestros hijos.

 

Y así sucedió, la primera vez que fuimos vistos… “los fantasmas de los yacimientos de Cartagena”