jueves, 22 de julio de 2021

CAMINO A LA VILLA

 

 

             



El amanecer encontró a los piratas avistando a menos de media legua todo el recinto monacal, y la gran torre ya construida para su defensa. Había también varios edificios más pequeños que parecían hechos provisionalmente para dar albergue temporal a algunas personas. A la puerta del edificio principal se podía vislumbrar lo que parecían un par de caballerías y tres o cuatro personas.

 

Ocultos entre la maleza, todos esperaron a ver lo que ocurría con esa miscelánea de animales y gente excepto Ahmed,  que ocultando su menudo cuerpo entre la maleza y las pocas rocas que había, fue acercándose sigilosa aunque rápidamente.


 

Al poco, regresó donde le esperaban el resto de los piratas y le comunicó a su jefe que había visto a un monje de habito negro y dos personas que parecían siervos, que habían tomado el camino de la villa junto con  dos mulas aparejadas con alforjas, que le habían parecido llenas, además en el momento en que se despedían del monje, este les había entregado una talega que debía contener algo importante, pues uno de los caminantes la había ocultado con mucha celo bajo sus ropajes. Y por lo que él podía intuir, se dirigían hacia la villa que distaba unas tres leguas a poniente. Y sí pretendían hacerse con ese botín, deberían darse prisa y atajarles en el camino que pasaba cerca de donde se hallaban ellos.

           

Al oír esto, el jefe de los salteadores, hizo gestos a su gente de que apresurasen el paso al mismo tiempo que les imponía silencio llevándose un dedo sobre los labios cerrados. Avanzaban entre las peñas y los matorrales, callados, silenciosos, acercándose poco a poco a la pareja de cristianos que llevaban a las mulas del ronzal, pues no tenían prisa por llegar a la villa, sabiendo que no les alcanzaría la noche en su viaje.

 

        


No contaban los mahometanos que a veces, los animales están más advertidos que los humanos, y Manuel, pues era él uno de los caminantes, se percató de que su mula ponía la orejas tiesas y las movía a derecha e izquierda, como aventando algo extraño. Paró un momento en su andadura, se giró mirando el camino que habían dejado atrás pero no advirtió nada extraño, así que continuaron la marcha, pero al poco la otra mula relinchó y estiró las orejas tratando de acelerar el paso.

 

Ante estas señales, Manuel puso más atención en su vigilancia y por si acaso, le dijo a su acompañante – Aprovechando que las alforjas están vacías, montemos en los animales y apretemos el paso, pues me barrunto algo extraño, como las acémilas-

 

Así lo hicieron y en ese momento, cuando los mahometanos vieron que montaban los animales y les arreaban, salieron de sus escondrijos y corriendo intentaron alcanzarlos, cosa prácticamente imposible pues las bestias estaban descansadas y al oír el griterío corrían como alma que lleva el diablo.


 

Una de las veces que giro la cabeza hacia atrás para ver como ganaban ventaja, Manuel vio un cuerpo que le era familiar, fijándose en su cara, que aunque iba semioculta por un turbante si le pareció  advertir que era un conocido converso de la villa, el albañil, ¡era Ahmed! Cuando llegara a la villa avisaría a las autoridades. Tenía razón su amigo en advertirle sobre  este traidor.

 

Como era él el que llevaba el mensaje del prior para el rey, en cuanto perdieron de vista a los mahometanos, le dijo a su acompañante, que era un buen conocedor del terreno, que diese la vuelta y por otro camino, aunque fuese a través de la maleza, se dirigiese rápidamente al cenobio, y avisase a los monjes y aparceros que allí se hallaban, de que había una partida de berberiscos en las inmediaciones, que se cuidasen y se pusiesen a buen resguardo, que por muy rápidos que fuesen los moros, él con la mula iría mucho más ligero y avisaría a tiempo.

 


 Al poco tiempo de conquistar la ciudad de Cartagena, el infante Don Alfonso había nombrado gobernador del castillo que pensaba reconstruir a uno de los alféreces que le acompañaron en la conquista. El señor de Ripoll, aragonés él, era uno de ellos, y al mismo tiempo nombró varios regidores de entre los caballeros que le acompañaban. Estos se habían encargado de nombrar a algunos de los habitantes de la ciudad como ayudantes suyos mientras se hacían con las costumbres y modos, ya que en la ciudad o villa, aún se conservaban muchas de las costumbres visigodas que habían ido transformándose en costumbres andalusíes y al final eran una mezcolanza entre los usos que quedaba de lo antiguo y los nuevos hábitos impuestos por los mahometanos, así que la villa era una mezcla de idiomas, de romance castellano y árabe.

Muchos de estos árabes, eran ahora conversos, pero poco de fiar, como le comentó Manuel al gobernador del castillo al llegar a la ciudad.

 El señor de Ripoll, en ausencia del rey, enseguida notificó a doña Violante, la reina, de la traición ocurrida a la expedición. Se  decidió poner atención extrema en estos personajes que jugaban a dos bandas y tomar como ayudantes únicamente a los habitantes más fiables de la villa, para descubrir a los farsantes.

En ausencia del rey, le fue entregada a la reina la carta que portaba Manuel, como encargo del Prior del monasterio.


Doña Violante, una vez en el salón de audiencias, ordenó al gobernador del castillo de que diera lectura a dicha carta, y este comenzó a leer:

 

                              

 

                      A vos Majestad,

          

                Me dirijo humildemente a vos, mi señor Don Alfonso, rey de Castilla, e Toledo, de León e de Gallizia, de Sevilla, de Córdova, de Murcia e de Jaén. Para pediros nos sea otorgado por vos en vuestra real sabiduría, a estos humildes ermitaños Agustinos del Monasterio de La Jara, otro lugar más cercano a la villa, para poder instalarnos, pues en estos parajes las razzias berberiscas no dejan medrar los huertos y los campesinos huyen despavoridos, quedando nuestro mantenimiento muy mal parado, al ser nuestra orden mendicante y no tener más sustento que el que nos otorgan los fieles y la propia naturaleza del huerto, que esta tan mermado por los ataques y robos de los indeseables piratas.

                      Como Prior de esta comunidad de Agustinos ermitaños, rogamos a vos, Majestad, podamos ser trasladados al lugar llamado “La Fuente Santa” a las afueras de la villa y allí poder trasladar el convento Agustino, bajo la advocación de San Juan.

                     Esta comunidad espera que vos Majestad, nos otorguéis la  gracia de este privilegio.

             

                     Dios guarde a su Majestad por muchos años.

                                Vuestro servidor.  Fray Pero

                                    Prior de La Jara.,

 

 

 

 La reina, escuchó con atención la solicitud de los frailes Agustinos….

 

 

 

 

ACLARACION DE LA AUTORA:

Si me he decidido a escribir sobre este tema tan cartagenero, como es la obra que dejó el monarca Alfonso X El Sabio, en nuestra tierra, ha sido por hacer por mi parte un pequeño y humilde homenaje a dicho rey, tan importante en nuestra historia de España y porque en el presente año en el que nos encontramos se cumplen 800 años de su nacimiento, (1.221-2.021). Soy una gran admiradora de la vida y obra de Alfonso X y su tiempo.

 

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