domingo, 30 de diciembre de 2018

EL CAMINO MAS CORTO


Plano de Julian Saez 1912 Cartagena Molinete
La mañana había comenzado con un cielo gris amenazando lluvia y efectivamente camino al restaurante, las diminutas gotas de la incipiente llovizna se convirtieron en presurosos goterones, cuyo sonido sobre mi paraguas hicieron que apretara el paso. No era mucha la distancia que me separaba de mi destino, la celebración de la comida navideña de nuestro grupo tertuliano, pero quería reducir lo antes posible esos metros de adoquines resbaladizos, que auguraban un buen patinazo con consecuencias desastrosas.

La Morería Baja, estaba desierta, pero era el camino más corto hasta el punto de reunión.
Quizás fue el tiempo transcurrido desde que pasé la última vez por esta calle, lo que me hizo repasar con la mirada todo ese margen izquierdo, por donde desciende la ladera oriental de la colina del Molinete. ¡Cuanta historia! La historia acaecida durante siglos y siglos en este cerro cartagenero y cuantos recuerdos cuando esta calle era de las más transitadas del centro de la ciudad, para atajar camino entre la calle de San Fernando y Las Puertas de Murcia.

“El Molinete”, tan habitado antaño, tan palaciego quizás en tiempos de Asdrubal y Anibal, tan visitado también por quienes buscaban placeres más mundanos, tan prohibido a las “niñas” decentes y tan situado en pleno corazón de la urbe.

Como es posible que en el corto espacio de tiempo que duró mi travesía por esta calle, mi mente pudiera evocar tantas y tantas historias e historietas oídas y aprendidas a lo largo de toda mi vida.


La calle de La Morería Baja, (según Federico Casal, 1930) pertenece al tercer distrito, séptimo cuartel y Parroquia de Nuestra Señora del Carmen. Entrase a esta calle por el callejón de Juan Bautista Álvarez (ya no existe el saliente de la manzana de viviendas que daba lugar al callejón) y tiene la salida por la calle San Fernando. Desembocan en ella, por la derecha el callejón de la Tahona (que forma esquina con el local donde se realizó la comida navideña)  y Subida a la Morería Alta (ya no existe) y por la izquierda la calleja de San Antonio y la de Cantarerías (todavía existen)

Esta calle de la que hablamos situada a extramuros de la ciudad en aquel tiempo, fue el paraje a viviendas de moriscos, míseras casuchas de piso bajo en las que solo de día hacían la vida ordinaria, porque de noche la justicia les hacía pernoctar dentro de los muros para evitar que a tales horas, fuesen a las costas a ponerse en comunicación con los piratas de Berbería que tenían en continua alarma a la ciudad. De tales vecinos tomó aquel lugar nombre de Morería.

De vez en cuando, el Concejo concedía sitios para edificar en aquel paraje y en 1592 se hizo al regidor Don Pedro Márquez de Rueda, cesión de un solar situado en la Morería, en el callejón estrecho donde estaban las mancebías.

Después de la expulsión de los berberiscos (1610) la Morería quedo casi deshabitada, pero no tardaron mucho en tener aquellas viviendas moradores moriscos que lograron escapar de la expulsión

A principios del siglo XVIII empezó la urbanización de esta calle, en la que se construyeron muchos edificios pero que no estuvo completa hasta mediados de la centuria  en que quedo unida a la de San Fernando”.

Todas esas calles que antes ocupaban completamente la extensión del cerro del Molinete, han desaparecido, ocupando su lugar el Parque Arqueológico y el Barrio del Foro, yacimientos importantísimos de la Cartagena Romana.

Esas calles, de nombres tan variopintos como… San Cristóbal, San Esteban, de La Cruz, del Paraíso, de San Pedro, de Jesús y María, de la Aurora, de las Doncellas, Tronera, de Los Mudos, de la Pólvora, de Los Gatos, del Pescado, Escaleras, Catalanes, Falsacapa, de La Torre, Borregueros, del Pocíco…

… Al final llegué a mi destino, sin dar un solo resbalón por la calle mojada, pero recordando que todo ese terreno ahora “vacío”, fue en un tiempo “cuna” de la mas añeja historia de Cartagena.

Plano de Jose de Exea de Cartagena 1887 (Zona Molinete) 




lunes, 19 de noviembre de 2018

LAS MVSAS



imagen de la exposicion
LAS MVSAS  de la  poesía...
 Calíope y Terpsícore

Una exposición del  MAN, en Madrid ofrece una muestra de estas pinturas pertenecientes al  Parque Arqueológico del Molinete  de Cartagena, antigua Carthago Nova, y cuya ubicación se sitúa en el Edificio del Atrio.
Estas pinturas serían del siglo I y realizadas por artistas de Italia de la zona del Vesubio. Sin embargo fueron halladas en este edificio del siglo III (218) al que fueron trasladadas desde su posición original, como una antigüedad de la época.
En la mitología griega y romana las musas eran las  inspiradoras de las artes, nueve en total, pero en este caso que nos ocupa hablamos de las pinturas que representan a Calíope y Terpsícore, inspiradoras de los poetas.

 De quien no pasaron las musas, fue de Juan Giménez Martín, pintor del siglo XIX, que acudió a Italia a inspirarse en las antigüedades de Pompeya y Herculano para su cuadro “Tocador de una dama romana”, al gusto del XIX, cuando los objetos del arte antiguo estaban muy demandados en las casas de los ricos. ¿De que hablo? Pues sencillamente de otra exposición que hasta hace poco se realizó también en el Museo Arqueológico Nacional, y es que no hay nada como ir de Museos, donde las “Musas” están tan presentes. La exposición era sobre “Tesoros Eléctricos”. Mas adelante explicaré que es esto.

En el centro de la exposición, este cuadro de Giménez Martín, cedido exclusivamente para esta muestra por el Prado, aunque su ubicación actual es en un despacho del Congreso, ocupaba un espacio importante.
En esta pintura, el pintor refleja fielmente todos esos objetos de la época imperial. Todo lo necesario para la “toilettes” de una dama romana. El cuadro presenta una escena muy sugerente de la habitación y las sirvientas que ayudan a su señora a estar más bella.

Allí, delante de esta pintura, me había quedado detenida en el tiempo. No tenía  palabras, solo eran sensaciones. La belleza de los colores, las formas, toda la escena… las “musas” me habían atrapado totalmente. No se cuanto tiempo pasó hasta que me alejé del cuadro. ¿Sería la luz…el silencio…? Indudablemente al haber poco público, la paz reinante, la penumbra, destacaba la perfección del cuadro, iluminado acertadamente para destacar en el entorno. Pude observar cada detalle en toda su belleza, y  pensé…Solo un ángel podría pintar así, con pinceles sutiles, con colores perfectos, con la luz necesaria, ni más, ni menos. Aquella obra de arte, me extasió. Alrededor de él,  los objetos del “tesoro” antiguo, facsímiles de los auténticos, eran el marco perfecto para  esta obra de arte. Se suponía que era el cuadro el que adornaba la exposición, pero para mí, era justo al revés, ¡la pintura era el centro de todo!

Y finalizo por hoy, pues como dice una canción de Juan Manuel Serrat… Hoy las Musas han pasado de mí… Estarán de vacaciones… Así que tomo un descanso hasta que Calíope y Terpsícore, me devuelvan la inspiración,  pero… ¡continuara!



martes, 6 de noviembre de 2018

UNA CASA MODERNISTA



Hace unos días, una amiga me invito a ver su casa. Situada en pleno centro de Cartagena, antigua zona de máxima categoría de la ciudad hacia principios del siglo XX, era la “zona bien” donde  ricos mineros en plena época modernista edificaban sus casas, casas hermosas y extensas, en las que se empleaban todos los adelantos técnicos de esos años y la última moda en mobiliario y objetos artísticos, además de  ricos materiales en la construcción y decoración.

Acepté su invitación con sumo agrado, pues para mi era un privilegio poder contemplar una vivienda de esas características, conservada a través de los años con tanto esmero por sus habitantes, un matrimonio encantador y amabilísimo.

Estamos acostumbrados en nuestra ciudad a ver cotidianamente esos edificios modernistas, casas-palacios, bellisimos y espectaculares. Nuestra mirada se va sola hacia ellos al pasear por las calles mas céntricas, sin embargo, son pocos los interiores conservados y visitables, así que al entrar a casa de mi amiga y su marido, lo hice con la emoción y la curiosidad de quien va a ver algo excepcional.

Pasando el umbral de la puerta principal, un gran espejo del siglo XIX nos recibe y según su dueña, situado ahí, por su tamaño, al no poder traspasar el segundo umbral o puerta de acceso a lo que realmente es la casa. Un pasillo transversal al primero, nos lleva, a su izquierda, a una sala y distribuidor al mismo tiempo, donde una gran cantidad de cuadros, hermosas fotografías  de mi amiga, cuelgan de sus paredes, al igual que una gran colección de preciosos abanicos antiguos, algunos de ellos curiosísimos, y todos bellamente enmarcados.

La casa esta conservada en todo su aspecto original, suelos preciosos de autentica cerámica de Nolla, que pavimentan cada estancia de diferentes formas y colores. Todos conservados con esmero, pues no hay duda de que su valor y calidad es conocido por nuestra anfitriona. Los especialistas en el tema modernista de nuestra ciudad, desconocían la existencia de esta cerámica en Cartagena  hasta hace muy poquito tiempo.

Al igual que las descripciones que nos hace Pérez Rojas sobre la casa burguesa en Cartagena, en su libro “Cartagena 1874-1936 (Transformación urbana y arquitectura), los dormitorios, se comunican uno tras otro y mediante unos vanos, situados en la parte superior de la pared, se hace pasar la luz y ventilación.

El mobiliario, regio y modernista, herencia sin duda de sus antepasados, bisabuelos, abuelos, padres, e igualmente cuidados con esmero para preservarlos del paso del tiempo. Muchos de los objetos que decoran la vivienda, son herencia venida de Filipinas, pues su bisabuelo materno, ocupó un puesto de gobernador político-militar en dichas islas, falleciendo él y su esposa de cólera muy jóvenes y dejando huérfanos dos niños de corta edad, uno de ellos el  abuelo materno y primer dueño de la casa donde nació y vive nuestra anfitriona.
Esta es una historia verdaderamente curiosa, pues a través de los años, los relatos sobre la vida de los bisabuelos en Filipinas se han ido transmitiendo en su familia como un precioso recuerdo y homenaje a esos antepasados, lejanos en el tiempo, pero cercanos, como una especie de leyenda familiar, y al mismo tiempo de historia de verdaderos héroes nacionales… “Los últimos de Filipinas” o casi, aunque ellos fallecieran unos años antes.
No podría aquí detallar todas las estancias de la casa, pero especialmente una sala me impresionó por su conservación y belleza del mobiliario, y  donde mejor se conserva la preciosa cerámica de Nolla. El tiempo parece haberse detenido en esos años de comienzo del siglo XX. Los adornos, cortinas, cuadros etc. son de un gusto exquisito para esa época y para la nuestra, pues hoy en día pocas viviendas podrían llegar a ese nivel.



Una curiosidad que si puedo contar, es que nuestros anfitriones tienen un gato, precioso por cierto, y llamado Michael, en honor al gran cantante del pop, Michael Jackson, pues mi amiga ha sido y es, una gran admiradora de su música. Así se puede ver que la tradición y la modernidad, que el pop y el modernismo, no están reñidos, porque la calidad, en música, en arte, y en estilo de vida, siempre prevalecerá, aunque pasen cien años.

Muchas gracias por vuestra hospitalidad.



lunes, 25 de junio de 2018

EL VERANO



Comenzó el verano,... más de 90 días y 15 horas de estío nos esperan, que no de hastío.
Estos meses de jornadas calurosas, noches sofocantes y madrugadas de alivio, me recuerdan otros días, otras noches y otras madrugadas. ¿Por que ahora nos parece que es más insoportable el calor?
Nos hemos olvidado del agua fresquita del botijo, de cómo nuestros abuelos se refrescaban en las horas nocturnas sentados a las puertas de sus casas de planta baja, ya fuera en sillas o hamacas y en tertulia con los moradores de las casas colindantes, que también habían sacado sus asientos a la puerta, en busca de fresco y conversación.
Los cuerpos bajaban su temperatura con el relente nocturno y las mentes se relajaban con la conversación intrascendente con los vecinos, dando un repaso al día pasado, o bien hablando de los planes para el  siguiente. La gente se acostaba fresquita y con las ventanas abiertas de los dormitorios, y en la mesita de noche, algún ramito de jazmines para ahuyentar los mosquitos. No había ningún riesgo de que nadie rompiera o asaltara su descanso. Eran otros tiempos…
Durante el día, en las horas más tórridas, se salía poco a la calle, solo lo imprescindible para algún recado imprevisto, porque las compras del ama de casa se hacían lo más temprano posible, “con la fresca mañanera”
La casa, después de ventilada, se refrescaba con un fregadito al suelo y se cerraban al sol ventanas y puertas, dejando solo el resquicio oportuno por donde poder hacer entrar un poco de corriente de aire. Eran otros tiempos…
La hora de la comida se solucionaba con un buen gazpacho, una buena tortillita de patatas y una hermosa tajada de sandia con sus pepitas y todo. Se podía cambiar el menú, pero sin complicarse la vida, ensaladas… algún arrocito… o algún estupendo frito, ya fuera de pescado o de carne. ..¡¡Os aseguro que la gente no tenía colesterol!! Ni se sabía que era eso. Eran otros tiempos…
Si alguna buena costumbre no se ha perdido, es la de la siesta. Pero lo más importante… nadie tenía prisa, el silencio reinante a esas horas, te relajaba y adormilaba dulcemente. ¡El silencio! ¿No echáis de menos el silencio?
Ahora, para quitarnos el calor, nos vamos a la playa a “refrescarnos” con el bañito en las horas que más calienta el sol… luego de “refrescarnos” volvemos a casa con todo el caneo del centro del día, con lo cual llegas igual o más  calurosa y sigues teniendo calor aunque te duches. Y como se tiene mas calor… o abres más las ventanas (con lo cual entra más calor) o cierras y te pones el aire acondicionado… ¡Ay que me duele la garganta!
Como no ha habido tiempo de preparar la comida,… niños ¿queréis una hamburguesa, o pido unas pizzas?
La siesta corta, ¡pero ruidosa! Los coches no paran en la carretera y aquel vecino impertinente esta viendo la tele para Orejuela del Sordete, así que, ¡venga! hay que volver a la playa, a calentarnos un poquito más. Eso si, se nota que los tiempos han cambiado en que la gente no vuelve de la playa hasta que es casi de noche, pero no por eso hemos bajado el agobio del calor… y ¡venga!.. otra ducha y un bocadillo rápido que nos vamos a dar un paseo… o sea… cuando caes en la cama, ¡estas rendido! Y mañana vuelta a empezar. Al acabar el verano, necesitas otras vacaciones para descansar del verano, del stress, y del calor,…por lo cual, se deduce, que aquí nos pueden dar las uvas esperando que llegue el fresco.
Son otros tiempos…
¡Que tengamos un feliz verano!

domingo, 27 de mayo de 2018

Cincuenta aniversario MFC en Cartagena




Hoy, domingo 27 de Mayo ha sido un día especial… muy especial. Hemos compartido la celebración del Cincuenta Aniversario del Movimiento Familiar Cristiano en Cartagena.
¿Pero que es el Movimiento familiar Cristiano? Se trata de un movimiento apostólico de la Iglesia Católica, de carácter seglar y eminentemente familiar, formado por los miembros de la familia que viven su vocación cristiana con los valores básicos de la institución familiar. MFC se define como un movimiento de Iglesia, laical, familiar, comunitario y evangelizador.
Esta, sería la definición que cualquiera de nosotros podríamos encontrar en Internet,  pero no es solo eso… Hoy hemos vivido unas horas con gente estupenda, con personas sencillas que te ofrecen con la mayor amabilidad compartir todo lo llevan, en el alma y en la mesa… ¡y que mesas¡ Me ha sabido todo delicioso, desde la más simple tortilla de patatas, al más dulce postre.

Todos los manjares hechos en casa, por buenas cocineras y madres de familia, que hoy han elaborado sus mejores recetas culinarias para compartirlas entre todos los miembros de este Movimiento, no solo de Cartagena, sino de toda la Región  y Levante.
En la parroquia de Santa Florentina, ha comenzado la jornada dando la bienvenida a todas las familias que venían de fuera, y a invitados a esta celebración. Con orgullo cartagenero y colaboración de la gran Arqueóloga Mari Carmen Berrocal, se planificó una ruta por la ciudad para mostrar a los foráneos  y recordarnos a los oriundos, la riqueza patrimonial de nuestra ciudad.
El paseo ha sido productivo y la explicación estupenda. Berrocal nos ha puesto al tanto de la arqueología y la historia de la ciudad resumiendo perfectamente épocas importantes y hechos históricos de Cartagena, con una facilidad pasmosa. Desde el Foro romano del siglo I, al puerto Castellano del XVI, desde la Catedral medieval de Santa María a las murallas de Carlos III del XVIII, pasando por la topografía de esta antigua península, llamada con distintos nombres por las distintas civilizaciones que algún  día pasaron por aquí.


Terminada la ruta, nos esperaba la celebración de la misa con el Obispo de Cartagena, Monseñor Lorca Planes, en la misma parroquia de Santa Florentina, misa concelebrada por consiliarios y sacerdotes vinculados al Movimiento Familiar Cristiano.
Tras la misa, hemos pasado a dar buena cuenta de las viandas preparadas ya sobre largas mesas, y todo gracias a esas personas que se han dedicado con su trabajo y esfuerzo a que todo estuviera dispuesto para compartir alimento, conversación y amistad.
Muchas gracias amigos por esta invitación tan acogedora y nuestra felicitación por estos Cincuenta Años de vuestro Movimiento en Cartagena y como ha dicho el Obispo… esperamos otros cincuenta más.
Gracias en especial a mi hermano Agustín y a mi cuñada Paqui.




viernes, 11 de mayo de 2018

"LA GRANDE Y FELICISIMA ARMADA DE 1588"



Hace muchos, muchos años, un rey cuyos territorios eran inmensos, tan inmensos, que en su reino nunca se ponía el sol, decidió que no tendría  bastante con esto, y se propuso seguir con sus conquistas. Esta vez contra los enemigos de la iglesia católica, pero como suele pasar siempre, esto, era solo la excusa y todas, todas las guerras persiguen otros intereses de poder y riqueza…

     Esto, podría muy bien ser el comienzo de un cuento… Pero por desgracia no lo es. Es una etapa de nuestra historia, realmente poco conocida, o solo nombrada durante siglos por el catastrófico resultado de una aventura llevada a cabo por una de las armadas más importante de todos los tiempos. “La Grande y Felicísima Armada”, llamada por los ingleses “La Armada Invencible”…realmente ellos no llegaron a vencerla, la vencieron otras circunstancias, aunque todos estos siglos se vanagloriaron del triste fin de estos barcos. Por eso exactamente, es por lo que vamos a intentar decir la verdad…la nuestra…la real, no la de los ingleses, que siempre fueron unos artistas en esto de hacerse un buen “marketing”

      Con este motivo, se ha decidido hacer el I Congreso Internacional entre el 22 y el 27 de Abril de 2019 en el Museo Nacional de Arqueología Subacuatica de Cartagena “La Armada Española de 1588 y la Contra Armada Inglesa de 1589. El conflicto naval entre España e Inglaterra, 1580-1607”

      Alguna vez, en algún momento, consideré este tema muy interesante y a raíz de una visita al Viso del Marques, donde se ubica ese palacio fabuloso y además, Archivo Histórico de la Armada Española, que fue habitado por uno de los más grandes almirantes de España, Don Álvaro de Bazan, héroe de Lepanto y  Marqués de Santa Cruz, decidí comenzar a buscar información sobre la vida de este y la preparación de la Armada Invencible, encargo que le hizo su rey, Felipe II “El Prudente” y que por desgracia , misión que él no pudo terminar, por llegarle la muerte justo el mismo año de 1588. En su lugar, el rey dispuso que quedara al mando de dicha flota el Duque de Medina Sidonia, con mucha menos experiencia en estas operaciones navales. ¿Fue quizás este el primer error?
No tomar una decisión a tiempo de atacar frente a Plymouth, donde se encontraba Drake refugiado. ¿Fue otro error garrafal?
¡Todas estas razones históricas y muchas más, nos las desvelarán, los profesionales ponentes que acudan a este congreso, con el afán de encontrar la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad!

jueves, 3 de mayo de 2018

JUAN FERNANDEZ



Muchas veces, en nuestra vida cotidiana, recorremos calles de nuestra ciudad, ya sea, por ser estas, nuestro camino habitual para nuestras compras, obligaciones diarias de trabajo, o simplemente paseos relajantes. Calles que para nosotros son archiconocidas por la frecuencia que las transitamos y sin embargo desconocemos quien es el personaje cuyo nombre les da título.

       Este es el caso de la calle de JUAN FERNÁNDEZ. Todos los que vivimos por la zona del Ensanche de la ciudad, la conocemos, puesto que nos trae desde la ciudad antigua,  hasta las afueras, o nueva periferia de la ciudad moderna. Una de esas calles que marcan el eje viario de norte a sur, lo que dirían los romanos un “Cardus Maximus” vías   relativamente largas que se entrecruzan con otras avenidas principales. Pero no, esta no es tan antigua, eso a lo que estamos acostumbrados los cartageneros... Esta fue planificada a finales del XIX, cuando Cartagena constreñida por sus murallas, tenía que  ensancharse irremediablemente, por salubridad, y aumento demográfico de su población.
Unos inteligentes hombres de la ciudad, juntamente con Francisco de Paula Oliver Rolandi, crean el “PROYECTO DE ENSANCHE, REFORMA Y SANEAMIENTO DE LA CIUDAD”.

      Al principio, a estas nuevas calles se les asigno un numero a cada una de ellas, de hecho todavía conocemos alguna por esa primera denominación, ejem. “Calle 18”, cuando en realidad se llama “Ramón y Cajal”
Bueno, pues así poco a poco, fueron todas adquiriendo los nombres por los que hoy las conocemos.


Hablando del Ensanche, dice Federico Casal…(1930)

“….No es lo mas importante la construcción de este primer grupo y la de los demás proyectados, sino que esto es la creación de una ciudad nueva con todos los adelantos modernos ajustados a las leyes de la urbanización, y por lo tanto, con calles y plazas espaciosas, alamedas y jardines, agua en abundancia, alumbrado, viviendas de amplias habitaciones ventiladas e higiénicas, escuelas, salas de espectáculos, establecimientos mercantiles e industriales, farmacias, dispensarios médicos y en una palabra, todo cuanto precisa una población nueva, en que, andando el tiempo estará convertido el Ensanche que hasta ahora fue una extensión de terreno casi deshabitado y solitario.

      En la Comisión Municipal Permanente tenida el 15 de Noviembre del 1.929, el señor Alcalde expuso la conveniencia de proceder a la rotulación de aquellas calles del Ensanche que ya están urbanizadas y en las que son ya numerosas las edificaciones realizadas, pues en la actualidad unas son designadas por números y otras por letras y algunas como las correspondientes a la parte izquierda de la Alameda de San Anton, carecen de designación alguna: Y la Comisión acuerda que se proponga al Pleno la rotulación de las siguientes calles:

A la calle núm. 16 el nombre de JUAN FERNANDEZ, a la calle núm. 17, el de PRINCIPE DE ASTURIAS, a la calle de Ronda, el de GENERAL PRIMO DE RIVERA, a la calle B, CARLOS III, a la calle núm. 2 izquierda Alameda de San Anton, SAN BASILIO, a la núm. 3 id. id., SAN LEANDRO, a  la núm. 4, ANTONIO ROSIQUE, a la núm. 5, DUQUE SEVERIANO, a la núm. 7, FRANCISCO DE BORJA,  a la núm. 8, BALTASAR HIDALGO DE CISNEROS, a la núm. 9, SEBASTIAN FERINGAN, a la plaza proyectada al final de la Alameda, REINA MARIA CRISTINA, a la calle núm. 2, derecha Alameda de San Anton, JIMENEZ DE LA ESPADA, a la núm. 3 id.  id, CALLE DEL PINTOR BALACA, a la núm. 4, REINA VICTORIA EUGENIA, y a la núm. 5, SANTIAGO.
   A la primera calle de dicha Zona que necesite rotulación se le designara con el del ilustre pintor cartagenero DON MANUEL VSSEL DE GUIMBARDA.
       Este acuerdo de la Permanente, fue aprobado en la Sesión Extraordinaria.”

     De la calle que nos ocupa, JUAN FERNANDEZ, solo dice:
“Celebre navegante nacido en Cartagena en 1.530. Descubrió en el Pacífico un grupo de islas que llevan su nombre”.


         
La calle de JUAN FERNANDEZ, “El brujo” es llamada así en memoria de un Cartagenero, nacido en 1530, cuyas gestas en el siglo XVI fueron importantísimas para el avance de la humanidad. Un archipiélago, descubierto por él, lleva su nombre. “El Archipiélago de Juan Fernández”, es un conjunto de islas que forman parte del territorio de Chile y que están ubicadas en el Pacífico Sur a más de 670 km de la costa Chilena. Lo componen las islas Robinson Crusoe (antiguamente conocida como Más a Tierra), la isla Alexander Serlik , (Más afuera) el islote Santa Clara e islotes menores. La isla Robinson Crusoe – aparece en la famosa novela que escribió Daniel Defoe. Es la que tiene más habitantes, siendo la ciudad más poblada San Juan Bautista, fundada en el año 1877. En la isla viven de la pesca de la langosta. Su geografía es muy escarpada y de origen volcánico, siendo Reserva Mundial de la Biosfera, y Parque Nacional por el Estado de Chile. La naturaleza del archipiélago preserva 218 especies de flora nativa, únicas en el mundo con gran valor botánico y científico.

Pero…, ¿por que Juan Fernández Sotomayor era llamado el brujo? Fácil, nadie había conseguido, lo que el consiguió, hacer la travesía desde El Callao (Perú) a Valparaíso (Chile) , en tan solo 30 días, cuando lo normal era tardar de tres a seis meses. Y ¿Cómo? Desviándose del rumbo normal para aprovechar los vientos alisios y así navegar mas rápido aunque recorriera más distancia.
También se le atribuye el descubriendo de Nueva Zelanda y probablemente también Australia. Un gran navegante cartagenero, cuyas hazañas nos hacen sentir orgullosos de tener una calle con su nombre.
Cuando vuelva a recórrela, quizás en busca de pescado al Mercado de Santa Florentina, quizás a comprar unas flores a la Plaza de Juan XXIII, o quizás simplemente a dar un paseo hasta la parte “antigua”  piense en esos mares lejanos donde se aventuró este compatriota nuestro, para gloria de la humanidad.


fotos:  www.gochile.cl, y wikipedia

jueves, 26 de abril de 2018

PRIMER PREMIO III JUSTAS LITERARIAS 2018


Aqui teneis el primer premio del concurso literario "III Justas literarias de San Gines de La Jara" (Cartagena) de Francisco Javier Miras Garcia


 EL MILAGRO


            Los hechos no son como los tergiversan el tiempo y la historia, en realidad, son como los recordamos en el fondo de nuestro corazón. Y yo aun recuerdo a pesar del tiempo transcurrido, los gritos lastimeros con que acudió a este lugar milagroso aquel musulmán de Almería solicitando ayuda para curar su ceguera.

            Eran otros tiempos, tiempos de convivencia de razas y religiones, y este hombre, a pesar de sus numerosas riquezas, a pesar de su elevada posición social en su Almería natal y a pesar de haber visitado a los mejores físicos de todo Al-Andalus, ninguno consiguió devolver la luz a sus ojos.

              Acompañado de su hijo, que le hacia de lazarillo, había viajado hasta la Córdoba califal, donde el más reconocido médico había examinado con minuciosidad sus ojos y le arrebató toda esperanza de volver a ver la luz del sol. Con el corazón encogido por la pena y la mirada vacía de luz pero llena de llanto emprendió el regreso hacia su ciudad natal, resignado a continuar viviendo así.

            En el camino de vuelta, al pasar por la ciudad de Elvira,  a la que hoy llamamos Granada, las palabras de un viejo mozárabe, un cristiano que aun practicaba el rito visigodo, fueron unas gotas de esperanza que cayeron en la vacía vasija que era su corazón en ese momento. Le dijo “hay un lugar santo cercano a la costa de levante del reino de Tudmir, un lugar en el que se venera a un santo muy milagroso, venerado por todos, cristianos y musulmanes, que dicen que puede curar cualquier mal en las personas que acudan con fe a visitarlo”.

Esperanzado, hacia el reino de Tudmir encaminó los pasos de su caballo, un largo camino no exento de riesgos que tardarían varias jornadas en recorrer. La comitiva estaba integrada por su hijo y dos hombres de armas y le seguían dos fieros mastines con collares erizados de púas de acero para defenderse de los peligros y alimañas que pudieran surgir por el camino. También llevaba provisiones, una gran bolsa de monedas y objetos de valor para afrontar las vicisitudes del camino, pero la joya que más valoraba era su caballo, un caballo alazán de pura raza árabe, con aparejos de fino cuero cordobés y enjaezado con adornos de plata y cintas de colores trenzadas en las crines, que era la envidia de todo el que lo veía. Le había puesto de nombre Al Borak, como se llamó la yegua fabulosa del profeta, la que le trasladó en una sola noche desde La Meca hasta Jerusalén a través de los cielos. Era, como he dicho la joya preferida de su fortuna material, dejando a un lado el tesoro invisible e inmaterial de su fe, que sin apenas sentirlo, iba creciendo a  medida que se acercaba a su destino.


  Y tras varias jornadas de camino, una tarde llegaron a un caserío ya cercano al eremitorio, al que las gentes llamaban Al Gar que en su lengua significa el cauce o la cueva, donde decidieron hacer noche para continuar a la mañana siguiente. Nada más amanecer, prosiguieron su  camino, y mientras se iban acercando, su mente cavilaba de que manera podría agradecer al santo si acaso se producía el milagro. Y como la esperanza es amiga de la fe y juntas hacen más grande el corazón, pensó y decidió que si sanaba de su dolencia, entregaría a los monjes su hermoso caballo para que les sirviese de ayuda en las labores del huer
Nada más realizar esa promesa y al remontar una pequeña colina, la claridad comenzó a inundar sus ojos, y poco a poco fue aclarándose su visión y pudo ver a lo lejos la silueta de un monte que en el contraluz del amanecer se apreciaba en su perfil el recorte de varias pequeñas edificaciones de piedra y a los pies de esa colina, más cerca del mar, un edificio algo mas grande que debía de ser la ermita que utilizaban los eremitas que allí moraban.
Al llegar junto a la ermita, frente a la puerta, su visión se había aclarado del todo y los gritos que yo escuché en ese momento eran de alegría y estupefacción, no se creía lo que estaba pasando pero era cierto que veía,
Cruzó el umbral de la puerta de la ermita y admirado del milagro que se había producido, cayó de rodillas mientras sus ojos de llenaban de lagrimas…….   agradeciendo al Santo lo que había hecho mientras admiraba el interior de la humilde capilla, en la que los cristianos  daban culto a San Ginés.
Pero... -¡Ay!, que mezquina es la condición humana – contemplando la humildad y pobreza con que vivían los monjes, pensó que quizá el caballo era demasiado valioso para ellos, que tal vez les vendría bien otro tipo de ayuda, al fin y al cabo, los monjes habían hecho voto de pobreza…. ¿Para que necesitaban ellos un caballo? ¿Y más tan bello como ese suyo?
Así que, ordenó a su hijo que entregase a los monjes unos sacos de grano y algunas monedas que les ayudasen a subsistir un tiempo; así lo hizo el muchacho y  al poco se dispusieron a tomar el camino de regreso.
Los monjes, prudentes y discretos, aceptaron el donativo en silencio, y con humildad se despidieron de ellos agradeciéndoles la limosna.

No se había alejado la comitiva mucho del cenobio, apenas cien pasos, cuando la oscuridad cayó de nuevo sobre los ojos del musulmán, una oscuridad si cabe, aun más negra que la que los cubría anteriormente. Nuevos gritos y lamentos, esta vez de angustia y desconsuelo, nueva vuelta sobre sus pasos y nuevas intenciones de cumplir la promesa quebrantada. Al primer monje que acudió, extrañado del tornaviaje y de los sollozos que escuchaba, le hicieron entrega del caballo, con todos los aparejos y jaeces que le adornaban y decidieron quedarse una noche más por ver si se repetía el milagro.

Continuaron los llantos y lamentaciones durante toda la noche y de nuevo, al clarear el día, cuando el sol comenzaba a asomar por el horizonte de las aguas del Mar Menor, ya no le quedaban lagrimas que derramar, pero poco a poco volvió a sentir una humedad distinta en sus cuencas secas, lo mismo que  si un manantial cristalino las regara como una bendición divina.
-¡Veo! Veo! Bendito sea Dios, bendito el profeta, bendito este Santo Ginés!

Después de visitar de nuevo la ermita para agradecer a San Ginés el milagro que había realizado, abandonaron la zona con destino a su Almería natal, contando a todos los que se cruzaban en su camino maravilla que había sucedido en sus ojos y alabando al Santo que había realizado el prodigio.

A partir de ese día, el caballo, cada mañana, ya fuese en el frío invierno o en el bochornoso estío, nada más acabar los monjes la oración de laúdes, el animal, abandonaba el cobertizo que le habían construido a la espalda de la ermita y se acercaba a la puerta de esta. Allí uno de los hermanos colocaba sobre su lomo la albarda, sobre esta unas alforjas de esparto y el caballo se alejaba de la ermita, escogiendo el camino a su libre albedrío para recorrer las villas y caseríos de los alrededores, regresando cada tarde con las alforjas llenas. Unas veces rebosaban de grano, cebada, trigo, otras veces volvían llenas de frutas y hortalizas del campo y alguna vez regresó con unos panes recién hechos, aun calientes a pesar del la distancia recorrida.

Algo milagroso debía de pasar con aquel caballo, pues siempre, a pesar de haber pasado todo el día fuera, limosneando por villas y alquerías, regresaba limpio, alimentado y almohazado como si acabasen de prepararlo para una exhibición ecuestre, seguramente para evitar trabajo a los monjes.

Y es mas, alguna vez oí decir a alguien que pasaba por mi lado, que un mismo día y casi a la misma hora, lo habían visto en dos lugares diferentes, tan lejanos uno del otro que era imposible recorrer esa distancia en varias horas, algo milagroso debía ocurrir con ese caballo.

Muchos años vivió el caballo ayudando a los monjes y eremitas de este lugar, muchos años que fue el apoyo para la manutención del convento, muchos años que cada tarde regresaba cargado sin muestra alguna de fatiga, sin haber mostrado nunca herida alguna ni rastros de enfermedad.

Entre recuerdos y nostalgias, se me ha ido el santo al Cielo…. les estoy contando esta historia y no me he presentado, soy el olivo centenario que plantó a la puerta de este convento de San Gines un peregrino francés que vivió aquí hace muchos, muchos años, que por cierto, era de estirpe real…. pero eso, eso ya es otra historia.


sábado, 14 de abril de 2018

LA VISITA



Con tan solo nueve años no podía saber el significado de muchas de las cosas que oiría y vería en aquel lugar. Pero la imaginación de su mente infantil la mantenía expectante, como si pudiera adivinar parte de aquel enigma. El viaje en el pequeño seiscientos no fue largo, pero nunca terminaba.

-¿Papá que vamos a ver? ¿Es cierto que puede haber fantasmas?

  La impaciencia por llegar hasta el que fue antiguo monasterio, se adivinaba en su cara y en sus movimientos nerviosos y continuados, no debidos precisamente a los baches de la vieja carretera. Poco a poco, mirando por la ventanilla, de repente pudo adivinar que quedaba poco trecho -¡Ya la veo! ¡Mira la torre, y tiene un cactus arriba!

Aquel hombre, el guarda de la finca, los recibió encantado de poder contar cuanto sabía de ese lugar y por su boca comenzaron a salir palabras y palabras sin ser consciente de que aquella niña recibía toda la información como una esponja absorbe el agua.

En aquellos años aún se podía ver la imagen de San Ginés en su hornacina del altar mayor. Todo el retablo que era de decoración floral, estaba pintado sobre el mismo enlucido de la pared y por su aspecto y la palidez de sus colores, era tan solo el recuerdo de un pasado espléndido.

-Miren ustedes…, primero les voy a enseñar esta capilla, aquí a la izquierda, llamada de San Antonio, es de las más importantes de la iglesia, y este Cristo que aquí ven, dice la leyenda que antiguamente, en tiempos de la Inquisición,  ponían a los reos delante, para que en apariencia, Dios mismo los juzgara .Si el Cristo movía un brazo, el acusado sería culpable y por lo tanto condenado.

-Y… ¿Cómo movía el brazo?... – preguntó con la ingenuidad propia de una niña. El  guarda de la finca que estaba entusiasmado dando todo tipo de detalles, la miró de reojo. Él, se lo estaba explicando a los mayores y aquella mocosa no paraba de  preguntar. Entonces, la chiquilla se quedo pensando, y manteniéndole la mirada volvió a  decir -pero si se morían… ¿habrá fantasmas?- Más que una pregunta era casi una afirmación.
-Pues fantasmas no se, pero huesos… huesos por todas partes. Todos salieron a la luz cuando el señor Burguete remodeló este antiguo convento, pero de eso hace ya bastantes años. Luego se convirtió en lo que es hoy, una explotación agrícola, ya venida a menos.

Continuaron viendo aquella capilla, en cuyo suelo se encontraba la lápida intacta del panteón de los Starico, la primera familia que adquirió el monasterio después de la desamortización. A la izquierda del altar una pequeña puerta daba acceso a los nichos de los monjes, ya vacíos de cualquier resto humano.

De vuelta al pasillo central de la iglesia, llamó su atención la escalera del púlpito en el lado de la epístola. Esta, tenía una preciosa barandilla de hierro forjado. Allí, imaginó a uno de los frailes dando su Homilía, en cualquiera de las innumerables misas que durante años anteriores se celebraron. En la pared, más y más pinturas recordaban a santos y otras escenas religiosas. De repente... de un salto, subió por los escalones, pero rápidamente su madre la llamó al orden y tal como subió, en un abrir y cerrar de ojos estaba otra vez abajo, pero no sin antes echar una mirada hacia la parte superior, donde se ubicaba el coro, que desde allí se veía perfectamente. Aquellos grandes sillones, ya envejecidos por el tiempo, aún podían dibujar una escena de canto gregoriano.

Una vez vista la iglesia con todas sus capillas y detalles, pasamos a ver la parte del edificio que cotidianamente era de uso exclusivo de los frailes, cuando este era monasterio.

Una gran sala, con una chimenea y decorada con preciosos azulejos pintados a mano, con escenas del Quijote, pudo haber sido el refectorio de la comunidad. Paco, nuestro “Improvisado” guía, y guarda del lugar, rascándose un poco la barba, así nos lo dijo. -Aquí creo que era donde comían los frailes.

Un patio a modo de claustro, pero ya con decoración árabe, muy de moda en los años de la reforma del monasterio y con un pozo en el centro, despertó su curiosidad, pues de él nacían  pequeñas acequias radiales que regaban todas las plantas del claustro, un gran naranjo, rosales, y algunos otros arbustos que ascendían por las columnas que sustentaban los arcos del patio. El olor a azahar, impregnó su olfato, buscando con su naricita de donde venia el olor- ¿son naranjos? –Si, aquí abundaban por toda la huerta del convento. Eran famosas “las naranjicas de San Gines”, y en los mercados cercanos eran muy demandadas por su dulzor y frescor.

Todo el edificio había sido modificado, y lo que antes habían sido las celdas de los monjes o frailes, eran ahora dormitorios o salas para el solaz de sus dueños durante  esos años.

Fuera de este edificio, se habían construido además de viviendas para los guardas, un lagar para la prensa y extracción del mosto de las estupendas uvas que se recogían de los parrales que abundaban en el huerto, y que luego se convertiría en el apreciado vino de color dorado que se comercializaba en toda la zona. Otra vez el olor… esta vez a mosto dulce. El apetito se desató por obra y gracia de todos los aromas que de ese lugar y de su huerta se desprendían, como alimento no solo del cuerpo sino del alma. Si, ese lugar completo, dentro, fuera, arriba, abajo, era un lugar auténticamente sagrado en toda su extensión. No tenía nada de extraño que muchos eremitas, monjes, frailes, santos, como queramos llamarles, se hubieran ubicado en esa zona del campo de Cartagena.

Aquella niña, todavía no sabía que en la antigüedad, familias romanas habían edificado allí sus “Domus”. Todavía no sabía que unos ermitaños se ubicaron  en su monte Miral; que alguien, llamado Ginés de Arlés, cuya cabeza según la leyenda llego a ese lugar, pudo ser el santo venerado. Que asimismo, un Ginés, franco de estirpe real, sorprendido por una tempestad frente a Cabo de Palos, y naufragando en esta aguas, pudo ser también el santo eremita. También desconocía que hasta los musulmanes, acudían a pedir favores al santo famoso por sus milagros. Que un día, un rey sabio volvería a refundar el monasterio con monjes  foráneos, que mas tarde otros frailes también lo habitarían y harían de él un lugar rico en cultura, en verdor, en oraciones y milagros. Que el paso de los siglos nunca podría quitar la importancia a ese lugar tan maravilloso, fueran como fueran sus paredes, tejados y torre. Ella aún no lo sabía…,

El tiempo ha pasado, pero mi percepción de aquella visita en mis años de infancia, aún permanece en mi mente, tal cual la expreso, aunque no  con toda la nitidez que me gustaría, si con toda la capacidad de asombro de que dispongo, porque no es para menos dado su historia, su realidad y su leyenda.